Hace
poco tuve la oportunidad de ver la obra de teatro “Partidas”, fue un
experimento emocional e intelectual interesante.
¿Qué
ocurre cuándo te separas de tu lugar de origen? Cuando partes, quedas partida
en dos. Ese es el pesar de lxs migrantes.
Te
conviertes en apátrida con ninguna nación por bandera, con varias casas y
ningún hogar, te transformas, como en mi caso, en mujer caracola, con el peso
“nómada” en la espalda y los sentimientos rotos en el alma que van calando, van
calando hasta el infinito.
Despedidas,
separación, dolor, entusiasmo, esperanzas, novedad… siempre en busca de un
cambio para mejor, hipotecando lo bueno y lo mejor que dejas atrás, apostando
por un “mejor” posible que no siempre se transforma en real.
¿De
dónde eres? me preguntan. La respuesta es compleja: nacida en Chile, criada en
España y residente en El Salvador. Esto se dificulta cuando tu rostro dice una
cosa, tu acento otra y tu corazón no quiere elegir.
¿Por qué tengo que ser de algún lado? Ciudadana del mundo! quisiera contestar. Así me siento, ciudadana del mundo, con cierto amor a las raíces familiares y una cultura propia, distinta, mestiza, que me encanta!
¿Por qué tengo que ser de algún lado? Ciudadana del mundo! quisiera contestar. Así me siento, ciudadana del mundo, con cierto amor a las raíces familiares y una cultura propia, distinta, mestiza, que me encanta!
Pero
hasta llegar a este momento en el que la propia vida se transforma en caminar
hacia donde el corazón y las oportunidades nos lleven, ha habido una larga
trayectoria de dolor… de nostalgia de algo que no se conoce, pero se siente en
las venas, de asimilación a lo nuevo, de querer ser invisible o mejor,
transparente! para no tener que dar explicaciones cada vez, en cada lugar,
porque mi cara no encaja o es mi acento el que desentona. De negación por qué
no decirlo, de ansiar ser “una más”, común, igual al resto. De no tener más
fuerzas para llorar la pena que se lleva por dentro porque no elegí ser
diferente, estar en un lugar diferente, pero estaba. De no querer más sentirme
rechazada, observada, criticada. De odiar la burocracia y estar harta de
conocer todas las administraciones habidas y por haber en cada lugar donde voy.
De estar y sentirme sola, pero con una soledad tan inmensa que sólo una persona
migrante como yo pueda entender.
Es
duro ser migrante, sin duda, pero hay recompensas que valen la pena.
Ciudadana
del mundo siempre creciendo, siempre conociendo, siempre caminando, como
caracola, “lento pero avanzo”.
Por:
Margot
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