Era un día como los demás, podría decirse, pero la verdad jamás sería como los demás, pues era el día en que decidí salir de lo que reconocía como hogar, una pequeña casa de adobes, con un techo de teja, suelo en ausencia de piso, era mi hogar como el de muchos amigos, donde compartíamos con mi madre y mis dos hermanitos, como es común en mi país, mi hogar no contaba con un padre, el pilar de toda familia, de todo hogar, la situación como también ha sido común en nuestro país, era precaria, no pude terminar la escuela, apenas estudié hasta sexto grado, tenía que trabajar para ayudar a mi mamá y poder traer el sustento a nuestra casa, era muy difícil a mi corta edad tener sueños y responsabilidades tan grandes, en un país sin oportunidades, se podría decir que eran los motivos por los que decidí buscar el sueño americano, ya en el pueblo se escucha hablar de los paisanos que habían arriesgado la vida por llegar al norte,
frontera, tuvimos que pasar un río, las aguas estaban muy heladas, lo que me
trajo a mi mente una de tantas veces en que dormía bajo el abrigo de las noches
aserenadas en mi pueblo cuando me tocaba ir con mi tío a cuidar el maíz
para que no se lo robaran, a medio río logramos divisar las luces de una
patrulla de migración lo que nos hizo regresar. El siguiente día lo intentamos
nuevamente, logrando con éxito pasar la frontera, ya me encontraba pisando
tierra norteamericana, pero aún mi primo tenía que pagar al coyote la otra
parte de dinero, para dar por terminada esa página de mi vida. Tardé un tiempo
en acostumbrarme y empezar a hablar un poco el inglés, con mucha suerte logré
conseguir trabajo rápidamente, cortando grama en las casas de los gringos, los
primeros meses recuerdo que enviaba dinero cada mes a mi madrecita, pero luego
no sé qué pasó, ni yo sé qué pasó, parece que la vida del norte cambió mi forma
de ser por completo, ya no me preocupaba por mandar dinero a mi madre, me corté
el cabello por completo, y por si fuera poco ya empezaba a conocer un nuevo
mundo, el mundo de las drogas, la vida aquí ya era diferente, el mundo me
presentaba otra forma de vivir con lujos que no podía darme en mi pueblo, los
años pasaron, hasta que unas líneas escritas en un papel que me hizo llegar mi
primo destrozaron mi alma por completo, mi madre había muerto, mientras me encontraba a miles
de kilómetros, por segunda vez
en mi vida volvía a sentir una incapacidad como la de aquella vez cuando se
llevaron a aquella joven, mi vida perdía el sentido de ser, decidí volver a la
tierra que me vio nacer. Y cuando me encontraba frente a aquella pequeña casita
de adobes y teja, ya de vuelta, con un nudo en la garganta, con el silencio de
la ausencia de amor, me vide por un momento en esa casita con mi madre
con mis hermanos con poco menos que el alimento pero con el corazón rebosante
de amor, con las caricias que solo una madre puede brindar, sin el maldito
espejismo del sueño americano.
por: El Gemelo
por: El Gemelo
Bonita y triste historia!!!
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