domingo, 13 de noviembre de 2011

Agricultura y Medio Ambiente

Anastasia Gasó, valenciana de origen, ha sido testigo de cómo el avance del cemento ha acabado con gran parte de la huerta de España. Su experiencia laboral le confiere cierto conocimiento sobre la situación de la seguridad y soberanía alimentaria en Latinoamérica. Hoy Anastasia responde para Pasatiempo tres preguntas enviadas por correo electrónico.

El actual modelo de producción y distribución de alimentos es el causante del 40% de los gases de efecto invernadero. ¿Puedes ampliar esto?

En pocas palabras y resumiendo mucho, el modelo actual de producción es el de una agricultura basada en el petróleo. Utilizamos fertilizantes químicos, insecticidas y fungicidas de síntesis, aparte de maquinaria pesada para ahorrarnos mano de obra. Hemos optado por el monocultivo y por la compra de semillas híbridas o transgénicas para obtener mayores rendimientos y hacernos el trabajo “más ligero”. Todo esto contribuye notablemente al efecto invernadero. Preguntémonos de dónde se obtienen y qué recursos son necesarios para producir todas las materias que utilizamos para la producción, desde las semillas y su tratamiento hasta los fertilizantes y pesticidas. Y preguntémonos también quién controla toda esta producción: Monsanto, Cargill…. Aparte, los productos viajan miles de kilómetros para llegar a la mesa, ya sea “en fresco” o transformados por parte de la industria alimentaria. Las políticas que afectan a la agricultura a nivel mundial, como la inclusión de los productos agrarios dentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), favorecen este tipo de distribución y del modelo agro exportador. Es una pescadilla que se muerde la cola.

¿Cuál es la importancia de la agricultura campesina en la lucha contra el hambre y el cambio climático?

La agricultura campesina es aquella en la que se busca un equilibrio en el sistema “finca” (cultivos, bosque, animales, familia). Se trata de sistemas diversificados, basados en la utilización y recuperación de semillas locales, que siempre están más adaptadas a las condiciones climatológicas de un territorio determinado, y a una correcta rotación de cultivos e incorporación de diversas especies y variedades para asegurar la subsistencia familiar. Son sistemas en los que se aprovechan los residuos para cerrar ciclos de nutrientes y en los que se desperdicia muy poco. Los agricultores, durante generaciones, han acumulado la sabiduría necesaria para asegurar la sostenibilidad de sus recursos y garantizarse la comida suficiente. Sin duda, este tipo de agricultura puede ser una buena manera de luchar contra el hambre y el cambio climático.

Hemos despreciado sistemáticamente esta sabiduría y en muchos casos hemos sustituido los cultivos alimentarios por cultivos industriales, que nos hacen dependientes de los mercados mundiales. Y ya sabemos lo que hay detrás de todo esto: multinacionales que

evidentemente no se van a cuestionar qué pasará y con qué medios van a contar para subsistir las generaciones futuras.

¿Qué poder tenemos los consumidores para favorecer determinado tipo de producción de alimentos?

Los consumidores tenemos TODO el poder. No somos conscientes de ello, pero hemos de darnos cuenta de que todo el sistema se mueve alrededor del consumo y por eso mismo somos realmente los consumidores los que tenemos la última palabra. En todo caso, los consumidores hemos de asegurarnos de que lo que compramos está producido en un lugar cercano, y no a miles de kilómetros. Siempre hemos de preguntarnos cuál es el origen de esta zanahoria o de aquella manzana. De esta manera contribuimos a reducir los gases de efecto invernadero debidos al transporte de alimentos y a garantizar la dinamización de la economía local. Por otra parte, hemos de ser conscientes de las restricciones propias de cada territorio. No podemos obviar que es imposible producir de todo durante todo el año si queremos que esta producción sea sostenible y sustentable. Así que ahí tenemos otra clave: el consumo de temporada.

Por último podemos jugar con otros dos factores. Por una parte que la producción sea ecológica o lo más respetuosa con el medio ambiente, pues esto asegura en última estancia la posibilidad de supervivencia de las generaciones futuras, ya que de esta forma no se “depredan” los recursos naturales. Por otro lado, consumamos en las tiendas de barrio, en las verdulerías cercanas. No compres tu comida en el supermercado. Si lo haces estás contribuyendo a concentrar la riqueza en manos de unos pocos y condenando a varias familias campesinas a acabar con sus medios de vida y migrar a las ciudades.

Muchas gracias

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