martes, 6 de julio de 2010

Capitalismo, de Estado y Neoliberal

“La historia humana es trágica por naturaleza, y, cuando se cambia para mejorar, siempre hay costos intermedios. Sabíamos perfectamente que desprenderse de las empresas públicas y la flexibilización laboral iba a dejar a gente en la calle. Pero son fenómenos transitorios en una estrategia que me parece que ha servido al desarrollo humano. Por doloroso que sea, era necesario pasar por todo esto para hacer empresas más productivas.”
Michel Camdessus. Ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El capitalismo es un sistema económico que tiene como motor la ambición del hombre. Y ese deseo de tener riquezas, poder, fama, es lo que según sus defensores, impulsa el desarrollo de esta sociedad. De más está decir que para que unos tengan más de lo que necesitan, otros tienen que tener menos, y otros no tienen por qué tener nada.
En su forma menos dañina, el capitalismo cuenta con amplia intervención del Estado; este determina precios, cierra fronteras para evitar que la competencia extranjera afecte a los productores nacionales, crea bancos que facilitan el crédito, crea empresas estatales en sectores estratégicos como la energía eléctrica, extracción minera y telefonía. En definitiva, el Estado realiza actividades que le reportan ingresos, como el caso de la luz eléctrica y los teléfonos, y otras que solo le reportan gastos como es el caso de la salud y la educación.
El neoliberalismo es el capitalismo sin frenos, y se llama neo (o sea nuevo) para distinguirlo del que ya existió antes y solo trajo desgracias. Para éste no hay dios, ni Estado, ni nada; solo cree en el mercado. Dice que el mercado nos proporcionará todo lo que nos falte, las cosas y el dinero para comprarlas. Los neoliberales dicen que el Estado es un estorbo y que hay que dejarlo todo en manos de la iniciativa privada.
Cuando el país adopta las políticas neoliberales, los grandes millonarios compran, a precio de ganga y fiadas, las empresas estatales más rentables (digamos GUATEL, digamos INDE). Las otras, aquellas que no reportan ganancias, ni las voltean a ver.
Despojado de los ingresos que le proporcionaban sus empresas, el Estado no puede hacer frente a las justas demandas de la población, más aún cuando los dueños del dinero le exigen que baje los impuestos porque si no, no les resulta rentable invertir aquí.
Por si no fuera suficiente, lo poco que se recauda de impuestos, cobrados a los más pobres, deberá servir para brindar seguridad a los más ricos, no vaya a ser se asusten y se lleven su dinero.
Se firman acuerdos de libre comercio que nos obligan a abrir fronteras a las mercancías y los capitales del norte, al mismo tiempo el norte cierra sus fronteras a los millones de desplazados por la pobreza que generan estos acuerdos comerciales desiguales.
Una vez descuartizado el Estado se privatiza todo. Quienes pueden compran armas y alarmas para procurarse su propia seguridad. La educación queda en manos de colegios, institutos y universidades privadas de dudosa calidad. De la salud mejor ni hablar.
La libertad negada a las personas y otorgada al dinero favorece y estimula la ambición de quienes más tienen. Se realizan inversiones de alto riesgo, al punto que la economía mundial se convierte en un inmenso casino. En las bolsas se apuesta a que sube el petróleo, a que baja el dólar, a que tal empresa o tal estado no va a tener para pagar una deuda…
Luego resulta que un banco cualquiera perdió los ahorros de sus clientes apostando a que subía el precio de un producto cualquiera, y ahora necesita que el Estado le de dinero para no quedar mal con sus clientes, y claro el gobierno, que es mas amigo de los bancos que del pueblo, otorga lo recaudado en impuestos (y que debería estar destinado a salud, educación…), a pagar las aventuras de sus compadres. Esta es la principal regla del capitalismo, “se privatizan las ganancias y se socializan las perdidas”.
El Farol del Ciego

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